domingo, 1 de octubre de 2017

Índice del libro

Introducción

Presentación
Feminismo 


Lo que llama la atención

El lenguaje
El aborto 
Violencia de género 
Brecha salarial 
Cosificación 
Prostitución y pornografía 
LGBT 
Micromachismos 
Antifeminismos 


El fondo de la cuestión

Políticamente correcto 
Discriminación positiva
La sexualidad y el deseo
Naturaleza y cultura
El Patriarcado
La ideología de género


Conclusión 

Bibliografía

viernes, 29 de septiembre de 2017

La identidad cautiva

Crecí escuchando canciones de los Beatles. Sus melodías están tan ancladas en mi memoria como las discusiones tontas que mantenía con los forofos de los Rolling Stones. La cultura británica ha penetrado en mi manera de ser, me ha ido creando y puliendo, no solo a través de la música y su subyacente poesía, sino también gracias a sus magníficos novelistas, tanto actuales como pretéritos, a sus ensayistas, amenos a la par que certeros,  a sus cineastas, artistas, pensadores… Puedo afirmar, sin exageraciones ni complejos, que una parte de mí se considera británica. Vamos, que soy bastante inglés. Si me obligaran a nominar al mayor genio universal de las letras, un suponer, me decantaría por Shakespeare.

Los azares de la vida (cada cual tendrá los suyos) han contribuido a que también me sienta bastante francés. En mi colegio se estudiaba la historia de Francia con tanta profundidad como la de España, lo que motivó que mis batallitas infantiles se inspiraran tanto en el Don Pelayo de la Reconquista cristiana como en el arrojo que mostró Bayard (caballero francés “sin miedo y sin tacha”) en el puente de Garigliano. Ni siquiera podría definirme a mí mismo sin mencionar a Brassens, a Montaigne, a Céline y a tantos otros genios que el país vecino ha cultivado cual champiñones. Sin olvidar los paisajes, las comidas o las conversaciones que han ido impregnando mi persona de franchutismo, modificándome y ayudándome a ser.

Esto mismo que cuento de Inglaterra y de Francia me sucede también con muchos otros países. Por ejemplo, EEUU, cuya lista de nombres, ideas y etcétera que me han influido resultaría demasiado larga; Alemania, sobre todo la música clásica; Italia, sobre todo el arte; Japón, cuya filosofía aprecié a través del shiatsu; la India, sobre todo el Yoga... y tantos otros países cuya cultura he hecho mía, bien porque ya lo era y la he reconocido, bien porque no lo era y me ha transformado.

Todos estos países forman parte de mi esencia con el mismo derecho que España  (país que consta en mi DNI) o que Euskadi. Porque el derecho de España a formar parte de mí no se funda en que el suelo que mayormente piso se encuentre en el ámbito de su territorio nacional, no, ni mucho menos; ni siquiera en algo tan glorioso y a la vez tan infame como su historia (algo que podría decirse de cualquier país), sino en alguna esencia de su alma, de su manera de ser, que entiendo, comparto, y encuentro en sus gentes, o por lo menos en aquellas (muchas) que a mí me gustan y me hacen sentir bien. Además el azar de mi vida ha hecho que conozca a más personas de España que de Inglaterra o de Francia. Así que también me podría definir como bastante español.

Por otro lado, dicen que soy vasco porque he nacido en Bilbao. Bueno, ni tan mal, podría jugar en el Athletic. Pero, en serio,  ¿me siento más cercano a un cacique local de las minas de hierro de Gallarta que al cacereño de la novela de Raúl Guerra Garrido? No lo creo. Confieso que no me emociono con los deportes rurales, ni con las mitologías varias, incluyendo las de nuevo cuño, léase Olentzero (Papá Noel autóctono), Marijaia (símbolo de las fiestas de Bilbao), el Celedón vitoriano, o la tamborrada donostiarra. Me dejan más frío que un carámbano. Sin embargo las calles y los solares del sucio Bilbao de los sesenta formarán siempre parte de mi remanente de felicidad. No el Bilbao de ahora, indistinguible en su pulcritud de Madrid o Berlín, sino aquél más oscuro e imperfecto donde yo gozaba. Estoy diciendo algo tan simple como que cada cual elige sus recuerdos. También me encanta Mikel Laboa, pero prefiero a Bob Dylan… lo mismo que admiro a Camarón pero tiendo a escuchar más a Janis Joplin.

Hay muchas cosas genuinamente vascas que he incorporado, como es natural habiendo vivido en el bocho toda la vida, pero me voy a quedar con una: el idioma. En los lejanos tiempos franquistas mi padre se empeñó en hablar a sus hijos únicamente en euskera para que dicho idioma, por él adorado, perviviera en el tiempo. He procurado transmitir dicho amor a mi descendencia, no por ningún afán conservador de esencias, ni tan siquiera idiomáticas, sino por el sencillo y profundo placer que me produce entender y expresarme en esa lengua tan hermosa que ha quedado encastrada en mi identidad.

Hablando de identidades también he de confesar que me siento bastante catalán. Muchos y muy cercanos parientes míos están instalados allí desde hace años y me congratulo visitándolos con regularidad. Por otra parte, no conozco un sitio más cercano y agradable para veranear que Cataluña. Durante diez años seguidos la familia meva ha pasado el mes de julio haciendo camping en diferentes lugares del Bajo Ampurdán. Allí visitamos sus playas, pueblos, ciudades, monumentos… No hablo catalán, ni siquiera en la intimidad, pero puedo entenderlo, tanto hablado como escrito, sin excesiva dificultad. Supongo que soy menos catalán que un payés prototípico a pesar de que él no haya leído nunca a Plá, ni visto una actuación de Raimon (sí, el de Xátiva), ni disfrutado con Mir… pero no estaría yo tan seguro. Supongo que bailar la sardana con corrección no constituye una muestra necesaria de catalanismo. Tampoco domino el aurresku, oigan.

A lo que vamos. No me considero vasco, ni español, ni catalán, ni francés, ni inglés… sino una mezcla azarosamente consciente de todo ello. ¿Carezco de identidad, por tanto? Todo lo contrario, mi identidad no tiene fronteras. Mi identidad es vasta y mudable. No me costaría mucho irme a vivir ahora mismo a Andalucía, a Sri Lanka o a la Argentina. Seguiría manteniendo mi identidad, seguiría explorando los límites de mi yo. Sin fronteras, como internet.

Por todo lo cual lo mínimo que pido a mis Gobiernos es paz y libertad para poder continuar desarrollándome dentro de mí mismo, para poder continuar siendo. Hagan el favor de no trazar fronteras entre mi hombro derecho y mi clavícula izquierda, que bastante me cuesta mantener la musculatura a base de Pilates (un señor, por cierto, alemán). Mi identidad no entiende de naciones. Me confieso analfabeto en todo lo referente a fronteras y exclusividades. Hagan el favor, se lo ruego, de dejarnos en paz con el asunto identitario.

miércoles, 17 de mayo de 2017

Iguales en todo


Atención, que voy a dar una noticia tonta pero bastante significativa.

En el polideportivo municipal del barrio de Deusto, en Bilbao, una joven concienciada ha protestado porque en el gimnasio las mujeres disponían de aparatos diferentes a los de los hombres. La dirección, atenta ella, ha atendido a su queja eliminando los aparatos específicos para mujeres. Prueba superada: feminismo de género, 1; mujeres en general, 0.

En las noticias feministas de los diarios observo cada vez más animadversión hacia los postulados feministas de género; la gente normal está empezando a hartarse de tanta tontería. Las instituciones, sin embargo, siguen a lo suyo, que lo políticamente correcto es obligatorio para no perder votos. O votas. O eso piensan ellos. O no piensan.

sábado, 6 de mayo de 2017

Homofobia vernácula


¿Existen en España asesinos? ¿Existen en España machistas? ¿Existen en España homófobos? La respuesta es sí, aquí y en cualquier otro país del mundo. ¿Es España un país repleto de asesinos, machistas y homófobos? La respuesta es no.

España no es un país criminal, ni siquiera especialmente machista. Tampoco homófobo. Pregúntenle a Jimena y a su novia egipcia, contentísimas del trato que se les ha dado en este país. La homofobia institucional existe en Turquía y en cualquier otro país islámico. ¿Somos capaces de ver la diferencia? ¿No? En este último caso nos estamos comportando como las feministas de género, una especie radicalmente reñida con la realidad.

sábado, 22 de abril de 2017

Carrascal

Carrascal, Carrascal, qué bonita serenata.
Carrascal, Carrascal, ya me estás dando la lata.

Esta cantinela borrachuza, revisitada en la reposición televisiva del magnífico documental “Canciones para después de una guerra”, y generadora de coplillas festivas, puede servirnos para repasar el concepto de "machismo". Recordemos algunas de sus coplas más celebradas.

Las mujeres de hoy en día, ía
Son como las bicicletas, etas
Se les quita la pintura, ura
Y no valen dos pesetas.

He aquí un ejemplo clásico de machismo: minusvaloración pura y dura de las mujeres. Nada que objetar. Otra.

Me he metido voluntario, ario
Porque prefiero la guerra, erra
A tenerla tos los días, ías
Con mi mujer y mi suegra.

Esto se cantaba en pleno frente de batalla, ya tiene bemoles. Pero lo que no tiene es nada de machista. No se denigra al género femenino sino que se alude al muy sobado tema de la incomprensión entre sexos, siempre de actualidad populachera. Sin más. Vamos con la más famosa:

Una vieja seca seca, eca
Seca seca se casó, óo
Con un viejo seco seco, eco
Y se secaron los dos.

Estrofa paritaria donde las haya. Otra:

Una vieja se comió, óo
Veinte kilos de judías, ías
Y la noche parecía, ía
Un cañón de artillería.

Aquí sigue la “vieja” de protagonista porque el “viejo” no entra a ritmo. En fin, que incluso en tiempos de la postguerra las cosas no eran tan machistas como se supone. Ese sentimiento tan generalizado de que a las mujeres se las considera inferiores es un paradójico hijo de nuestro tiempo igualitarista. Pero no me voy a extender en esto porque ahora toca hablar de coplillas chistosas. En ese sentido mis favoritas carrascaleñas siempre serán las absurdas:

La piscina de mi pueblo, eblo
La piscina de mi pueblo, eblo
La piscina de mi pueblo, eblo
En mi pueblo no hay piscina.

(sustituyan “piscina” por “machismo”, y todo arreglado)

domingo, 2 de abril de 2017

De apologías


Resulta del todo incongruente que quienes detectan, se escandalizan, denuncian y piden castigo ante las diversas “apologías” del machismo (las más de las veces tan “micro” que no existen), se revuelvan al mismo tiempo contra la persecución de la “apología del terrorismo”, aunque esta conlleve palizas (Alsasua) o celebraciones de asesinatos (Cassandra).

Por supuesto que no “todo es ETA”, pero el daño que ha realizado dicha mafia al tejido social de este país (y pienso especialmente en el País Vasco) no puede obviarse, y menos olvidarse, con referencias a sibilinas políticas gubernamentales. El terrorismo de ETA ha existido y sigue existiendo como un valor positivo en las mentes de muchos coetáneos. La persecución de su expresión pública está más que justificada, máxime cuando ahora se nos viene encima otro terrorismo, más salvaje todavía.

Dicho esto y como en el caso de los machismos, es necesario hilar muy fino. Lo de los titiriteros, por ejemplo, era una solemne tontería, y lo de las letras de canciones “protesta”, otra, a menos que acaben cantando “ETA mátalos”, en cuyo caso digo yo que algo habría que hacer. La condena de Cassandra, un ente infantiloide, me parece desproporcionada; bastaría con un multazo ejemplarizante.

Es lo que tiene dividir el mundo en buenos (mujeres, revolucionarios) y malos (hombres, Gobierno). Tan cómodo como falso.

Aclaración de las menciones:
Alsasua
Cassandra
Titiriteros
Canciones protesta
Def con Dos, Barricada, Sociedad Alcohólica, Kortatu, Valtonyc, Pablo Hásel…

martes, 28 de marzo de 2017

Unas gafas peligrosas


Hoy me he despertado tan dormido que, en vez de ponerme las gafas de leer, he cogido las otras gafas, esas de color violeta que utilizo para mis experimentos paranormales. En mala hora.

Nada más abrir la puerta de casa para pillar la prensa que amablemente, previa domiciliación bancaria, aparece todas las mañanas en el felpudo, me ha saltado al ojo una terrible evidencia: ¡El Correo debería llamarse La Correa! Por Dios, cómo no me había dado cuenta antes, si es evidente que una correa de transmisión refleja mucho mejor la idea de comunicación, se hace mucho más dinámica. ¡Tremendo machirulismo oculto precisamente allí donde más se evidencia! Y esto solo ha sido el principio.

Sin salir de la misma portada, noticia cultural a dos colores: “Vascos pioneros en Estados Unidos”, subtitulada “Una exposición en la Torre Iberdrola muestra la contribución de los ilustrados españoles en aquel país”. Pasando por alto la relación implícita entre “vascos” y “españoles”, lo que es mucho pasar, y la mención al imperio explotador estadounidense, que no viene a cuento,  se echa en falta, como el agua al pez, a las VASCAS. ¡Somos invisibles o qué!

La foto de la portada, a seis columnas porque no hay más, lleva el pie: “Las estrellas MIchelin apadrinan Jantour”, y se ve a diez garrulos posando junto a una sola mujer situada en el extremo izquierdo. Dicho extremo me parece correcto, pero hablar de estrellas ¡masculinas!,  en un país donde la cocina ha llevado siempre nombre de mujer (sukaldea), me parece tan insultante que tengo que reprimirme las ganas de pegar fuego al panfleto entero enterito, con deportes y tira cómica del Fantasma incluidos.

El titular espectacular de la portada alude, como no podía ser menos, a ETA. Y me quedo pensando… aquí hay algo que no cuadra. ¡Ya está! ¿Por qué ETA y no ETO? Porque los muy machunos, que entre los revolucionarios también los hay, han preferido algo acabado en “A” (askatasuna: libertad) en vez de en “O” (odola: sangre; mucho más atinado) a sabiendas de que su actividad subversiva acabaría resultando odiosa a la mayoría de gente no concienciada, quedando así constancia en el inconsciente colectivo la idea de la maldad femenina… mientras ellos se van de rositas (esperemos que no muy lejos, presoak etxera, que no soy rencorosa(1)). Qué cabroncetes los camaradas.

La misma noticia adjunta titulillos tales como “Solo un grupo de presos…“ y “La entrega de armas tendrá dos actos, uno con verificadores…”. ¿Y las presas, qué? ¿Y las actas? ¿Y las verificadoras? ¿O es que todo son actos machistas y verificadores con pene? ¡Por favor! Está claro que lo importante aquí es levantar acta, pero ni se menciona… faltaría más, qué necesidad tiene La Correa ésta de transmisión capitalista de mencionar a la mitad de la humanidad. Me están empezando a dar arcadas.

Ya está bien, no merece la pena seguir leyendo, ni siquiera abrir las páginas. Agarro esta basura y me dispongo a basurearla cuando leo en el extremo superior derecho “Bizkaia”. ¡Ah, qué infamia! ¡Qué pelotilleo más asqueroso! ¿Por qué, dirán ustedes? ¡Es evidente! A estos sagrados trozos de tierra sagrada se les pone nombre de mujer (Araba, Gipuzkoa, Nafarroa), como resulta lógico, pero… pero… ¿para qué?... ¿con qué fin oculto? Para después masculinizarlas a voluntad denominándolas “territorios”. ¡Qué insulto! ¡Qué ascazo!

Repaso, por obligación sorórica y con la nariz tapada, el resto de noticias portadiles (o portátiles, no sé). “Detienen a un escolta del alcalde…”. Más evidencia imposible: no hay escoltas mujeres ni mujeres alcaldesas (dicen que hubo una en la prehistoria, pero como era facha, no cuenta). Otra: “La conexión rusa alcanza a los Trump”. Claro, como es rusa, es malvada y, por tanto, femenina. Cerdos. Otra más: “Rahm revoluciona el mundo del golf”. ¿Quién? Jon Rahm, un vizcaíno. Como mucho será bizkaino, no te digo. Un golferas, eso es lo que es, como si entre nosotras no las hubiera a tutiplén. Cuánta marginación. Y acabo con el anuncio de abajo a la derecha: “Trae tus ingresos y te quitamos las comisiones”. ¿Se capta? Ingreso: masculino, como todo lo bueno; comisión: femenina, como todo lo malo. Y luego dirán que el lenguaje no es machista. ¿Por qué no se dice “los comisiones” y “las ingresas”? Porque ellos tienen la sartén por el mango, por eso (obsérvese de paso lo asqueroso implícito en “sartén” y “mango”). Yo ya no aguanto más.

Hago un gurruño con la hojarasca. Por culpa de los nervios se suelta una hoja que cae al suelo mostrando la última y más rastrera evidencia: un chiste en página de opinión (la treinta y dos, masculina, como todos los ordinales). Aquí lo adjunto sin mayores comentarios:
 

Agotada, me siento y me quito las gafas para frotarme los ojos. Recobro la razón de golpe. ¡Mierda, dónde está el periódico! ¿Qué habrá declarado ayer Eneko Bóveda, defensa del Athletic, en rueda de prensa? Buah, y todavía no he ido al baño, con las ganas que tengo. ¿Me tendré que sentar para hacer pis? ¿Habré recobrado la razón… entera? ¡Qué miedo!

 
(1) Obsérvese el cambio de sexo sufrido por mi cuerpo súbitamente autodeterminado merced a las gafas violeta.

viernes, 17 de marzo de 2017

El Imperio Patriarcal y sus odiadoras profesionales

Leyendo el magnífico libro de María Elvira Roca Barea, "Imperiofobia y Leyenda Negra", donde analiza la políticamente correcta aversión a los imperios (Roma, Rusia, EEUU y España), me vienen a la cabeza no pocos paralelismos con la actual demonización del Imperio Patriarcal (es indudable que los hombres han copado la esfera pública a lo largo de la historia) por parte del feminismo de género.

Escribe la autora: "(la imperiofobia) es una clase particular de prejuicio de etiología racista que puede definirse como la aversión indiscriminada hacia el pueblo que se convierte en la columna vertebral de un imperio". Cámbiese "imperiofobia" por "feminismo radical", "racista" por "sexista", "pueblo" por "hombres", e "imperio" por "sociedad". Funciona de puto padre. Ahora que ya saben ustedes lo que hay que cambiar, sigo citando a la autora.

"Un individuo que ha nacido en el seno de un grupo determinado es calificado a priori de manera negativa. No importa lo que haga o diga, pues todo vendrá a abundar en la idea previa que de él se tenía. (...) El Imperio nuevo, el estadounidense, ha hecho de la lucha contra toda forma de discriminación racial, también en su interior, una de sus banderas. (...) Hoy nadie en su sano juicio puede decir en voz alta una frase racista, y si lo hace, caerá sobre él la mayor condena moral y social, e incluso incurrirá en un delito penado por la ley. Otra cosa es que el antisemitismo o los prejuicios contra la gente de piel oscura hayan desaparecido. Existen y seguirán existiendo. El prejuicio es funcional en una sociedad y esto garantiza su capacidad para perdurar". Resumiendo, a pesar de que hoy en día el feminismo ya ha triunfado en Occidente, se ha radicalizado basándose en un machismo residual.

"Habitualmente el racismo en Occidente va contra grupos étnicos minoritarios (...) pero un pueblo imperial en modo alguno ocupa una posición excéntrica en un continente, y el racismo contra ellos no nace de su debilidad (...) sino justamente de lo contrario: de su eminencia. (...) Molesta sobremanera saberse en la segunda división de la historia y, en cierto modo, subsidiarios y dependientes. Este complejo de inferioridad es el que busca su alivio en la imperiofobia. Hay que disminuir la talla del pueblo imperial. (...) El racismo siempre tiene una connotación de inferioridad moral e intelectual. (...) Ahora mismo una gran parte de la humanidad, sobre todo europea, está convencida de que los estadounidenses, además de medio tontos, son unos ignorantes". O sea, la proverbial tosquedad del macho triunfante denunciada por unas hembras con complejo de inferioridad.

"La imperiofobia es un prejuicio feliz porque goza de prestigio intelectual. No es una creencia popularmente extendida y errónea que cualquier persona con un mínimo de cultura rechazaría por falsa y arbitraria. Halla su acomodo más perfecto entre las clases letradas, y esto es lógico puesto que a ellas debe si no el haber nacido, sí el haberse desarrollado y extendido hasta convertirse en opinión pública. Solo las élites letradas están en condiciones de solidificar un prejuicio difuso en forma de propaganda, textos y literatura. (...) Habría prejuicios de todos modos, porque el racismo es universal, pero no habría historia ni literatura ni prestigio que transformaran ese prejuicio en una realidad aceptada e indiscutible".  Bien sabido es que la ideología de género nace en el seno de unas élites universitarias muy poco marginadas.

"El prejuicio precede a sus justificaciones, las busca y las crea. La prueba está en que, con más o menos arte, la imperiofobia se manifiesta a lo largo de la historia organizada en una serie de motivos poco variados: Imperio Inconsciente / Profundo deseo de riqueza y poder / Barbarie, crueldad e incultura / Malas costumbres: depravación sexual / Impiedad / Sangre mala y baja". "Inconsciente": el patriarcado no ha surgido deliberadamente. "Riqueza y poder": el capitalismo como paradigma patriarcal. "Barbarie, crueldad e incultura": definición de la historia de la humanidad según el feminismo radical. "Malas costumbres": violaciones sistemáticas. "Impiedad": esto ya no está de moda, sino todo lo contrario: malvados creadores de religiones opresoras. "Sangre mala y baja": tampoco está de moda, lo que no quita para que los hombres sean biológicamente inferiores.

El "sojuzgado" siempre duda entre dar las gracias o detestar, pero la condición humana tiende hacia lo segundo. Recomiendo en este sentido la visión de la desternillante escena de "La vida de Brian" donde se responde a la pregunta de "¿qué han hecho los romanos por nosotros?".

La imperiofobia, como la "patriarcadofobia" perdura en el tiempo, mucho después de que hayan caído los imperios. Es común, incluso hoy en día, la visión negativa de los romanos, rusos, españoles... y qué decir de los norteamericanos, como también es común la visión negativa del imperio macho... después de que haya desaparecido y justo donde ha desaparecido.

lunes, 13 de marzo de 2017

Machismo real

En la página web de IPSOS (una "empresa líder en investigación de mercados a nivel global") puede consultarse el estudio Feminismo e Igualdad de Género en el mundo, realizado entre enero y febrero de 2017. Con un margen de error estadístico del 3,5%, destacan las siguientes conclusiones:

"Sólo el 9% de los encuestados cree que el hombre es más capaz que la mujer, y el 8% es partidario de que las mujeres se queden en casa ocupándose de la familia. Los niveles más bajos de todos los países en el estudio". Las medias son del 25% y del 17%.

"El 73% de las españolas cree que en España no hay igualdad entre hombres y mujeres". A nivel global la cifra es del 40%.

Incluso teniendo en cuenta la conocida percepción falsa de la realidad en temas candentes (la gente piensa que hay ocho veces más musulmanes de los que realmente hay) el que España sea "el país donde las mujeres se muestran más pesimistas ante la igualdad de género entre todos aquellos donde se llevó a cabo el estudio", nos indica que el feminismo de género español está haciendo muy bien su trabajo. Enhorabuena, pues. Habéis conseguido que 9 machistas abulten como 73.

Si esto resulta bueno para la convivencia, ya es otro cantar, pero qué narices os importa, para qué apearse del machito. Nunca permitáis que la realidad oculte vuestos prejuicios. Vivan las Noble Lies (Mentiras nobles; concepto platónico apropiado por el feminismo de género).

miércoles, 8 de marzo de 2017

Día Internacional de la Mujer

¡Enhorabuena, mujeres! En los países más avanzados ya habéis conseguido la igualdad y no pocas medidas de discriminación positiva. El feminismo debe permanecer vigilante para que estos logros se mantengan (excepto las discriminaciones positivas que, por definición, deberían tener caducidad) y se concreten en la realidad cotidiana, porque el machismo aun flota en el ambiente cual ventosidad mefítica que conviene aventar.

¡Lo siento por vosotras, mujeres del resto del mundo! El feminismo de género, respetuoso e intercultural, ha decidido que vuestros problemas “culturales” los debéis resolver vosotras mismas. Ellas bastante tienen con denunciar… no el pestilente machismo residual de sus privilegiados países, no, sino el omnipotente género “cultural” que hace que los hombres sean, por definición, machistas, y las mujeres, por definición ampliada, víctimas. Les lleva mucho tiempo intentar convencer (contra toda evidencia) al resto de que el machismo constituye el fundamento básico de una sociedad podrida… y no tienen tiempo para vosotras. Comprendedlo, es normal, a la gente sencilla nos cuesta comulgar con ruedas de molino. Cuando nos hayan convencido a todos quizá se ocupen de las ablaciones, violaciones masivas, asesinatos de adúlteras y muchísimas otras lindezas VERDADERAMENTE machistas que se cometen en tantas partes del mundo.

Por si no me he explicado bien, repetiré que mientras no desaparezca del todo el machismo, el feminismo (de la igualdad, por supuesto, que el feminismo de género tiene de feminista lo que Stalin de socialista) todavía es necesario en las sociedades avanzadas. Lo que echo en falta es una mayor sororidad... internacional. Sin ánimo de ofender.

lunes, 6 de marzo de 2017

De machistas y machos

Programa de la Sexta “El Objetivo” de ayer domingo. Mesa de diálogo entre mujeres políticas acerca del feminismo. Mónica Oltra: “Lo que hay que hacer es deconstruir al macho para que surja el hombre”. Todo el mundo de acuerdo, ovación y vuelta al ruedo, cierre de emisión, qué listas somos.

Dejando de lado la referencia postmoderna a la deconstrucción (algo que se empieza a poner de moda en España cuando el resto del mundo hace tiempo que le vio las orejas a esa tontería tan falsamente desveladora de la realidad como cutremente subjetiva) se observa en la frase un sesgo machista, a saber, el entender la palabra “macho” en su visión genérica de “violento, bruto, estulto” (su correlato “hembra”, dentro de la misma visión machista,  se relacionaría con el sexo pasivo y la sumisión), reafirmando así las esclavizantes categorías de género que el feminismo del ídem pretende demoler.

Porque el macho, señoras, no es machista. Macho y hembra nos remiten a las categorías más animales de nuestro ser. Sin más. Ser macho no significa que te consideres superior a las mujeres, sino “animal de sexo masculino”. ¿Esto es lo que quieren deconstruir? ¿Nuestra animalidad? Pues lo llevan crudo. Dejen tranquilas nuestras esencias, por favor, mientras no hagan daño a nadie.

Lo que ha querido usted expresar con “macho” supongo que es “machista”, la parte brutícola que algunos (y algunas) arrastran todavía, pero hay que tener más cuidado con las palabras, que como usted misma dijo en el susodicho programa, las políticas deben dar ejemplo. Aunque la frase no le habría quedado tan redonda. Y donde esté el marketing que se quite la realidad, viva lo posmoderno y la mentirosa posverdad. .

Y muchas gracias por querer sacar el hombre que hay en mí, pero por favor no me deconstruya al macho porque me aterra la idea de despertarme cualquier día con el pene en el ombligo.

domingo, 5 de marzo de 2017

El himno español hace potar (soy vasco, ¿y tú?)


http://politica.elpais.com/politica/2017/03/04/actualidad/1488625486_959799.html

Sorprendido estoy ante la sorpresa mediática que se ha montado al conocer que una de las características principales del nacionalismo consiste en adoctrinar a sus nacionalitos particulares. Lo que se muestra en el "cómico" programa de ETB1 es lo que hay, no están engañando a nadie; de hecho lo considero muy cultural porque abre los ojos a una realidad muy poco aireada. El ambiente opresivo reflejado en la novela “Patria”, de Fernando Aramburu, apenas es la punta del iceberg de una adoctrinación basada en el odio. Lo políticamente correcto en Euskadi ha sido, y lo sigue siendo en muchos ámbitos, odiar a España. Incluso hoy en día está muy mal visto, pero muy mal visto, decir “España”; si no hay más remedio resulta obligatorio referirse a “El Estado”. Es lo que hay. El que tenga ojos para ver, que vea.

Los estereotipos no son sino la formulación de un sentir general… muchas veces manipulado. La batalla hoy en día es cultural, como bien dicen las feministas de género mientras manipulan los estereotipos con precisión quirúrgica. ¿Les quitamos el escalpelo o preferimos esperar a escandalizarnos cuando multitudes de alegres concienciadas expresen que los penes les dan ganas de potar?

sábado, 4 de marzo de 2017

El autobús de la tele


http://www.publico.es/tremending/2017/03/02/transfobia-wyoming-y-la-rebelion-de-los-autobuses-contra-el-odio-de-hazte-oir/

Salta a la pista un bondadoso ente televisivo sin ánimo de lucro y nos sorprende con una linda pirueta: “la identidad de género no se elige”. De donde se deduce que la manera en que se percibe uno a sí mismo en el ámbito sexual resulta algo esencial, intrínseco, sin influencia de la voluntad, tan natural como los órganos sexuales. La ideología de género, comprensiva, hace una excepción en su firme y elemental creencia de que no hay nada natural (excepto los órganos sexuales, qué cabrones) y todo es programable.

Como, además, los transexuales refuerzan con sus sentimientos el sistema heteropatriarcal, ya que se sienten hombre o mujer exclusivamente, la ideología de género se ve obligada a hacer otra excepción para abrigarles en su seno. Ya habrá tiempo para reeducarles en el bi-género, supongo.

La ideología de género utiliza cualquier excepción, incluso las incongruentes con sus propios principios (si no le gustan, tengo otros), para denunciar la obligatoriedad de que a los hombres les atraigan las mujeres y viceversa. Ciertamente se trata de una obligatoriedad tan esclavizante como la propia teoría de la evolución de las especies, que no tiene nada de natural y además la formuló un hombre.

Aprovecho para resaltar lo evidente: la mayor parte de la gente de bien reconoce y defiende el derecho de cada cual a sentirse como le dé la gana. Los rifirrafes autobuseros solo sirven para confundir y enquistar más aún las posturas preconcebidas. O conmigo o contra mí. ¿HazteOír niega la existencia de la transexualidad? ¡Oh, escándalo, una asociación ultracatólica muy minoritaria defiende posturas ultracatólicas muy minoritarias! A mí me escandaliza mucho más que la mayoritaria ideología de género niegue la naturalidad del proceso de reproducción. Y que los medios de comunicación y los entes públicos le bailen el agua. La especie humana, al parecer, sobrevive excepcionalmente.

Lo que ustedes pretenden inculcarnos, ideólogos del género, es falso: hoy en día la heterosexualidad no se impone de manera obligatoria y sibilina. La demostración más palmaria está en el escándalo social que se monta cuando alguien (se supone que) pretende hacerlo.

viernes, 3 de marzo de 2017

La transexualidad como pretexto


La Asociación de Familias de Menores Transexuales Chrysallis lanzó una campaña publicitaria con el siguiente mensaje: "Hay niñas con pene y niños con vulva".


La organización católico-derechista HazteOír contraatacó con su famoso autobús madrileño: "Los niños tienen pene. Las niñas tienen vulva. Que no te engañen".


El mensaje de Chrysallis es tan engañoso (debería decir: "hay un 0,06% aproximadamente de niñas con pene...") que resulta directamente falso. El de HazteOír se limita a subrayar una obviedad genética. Sin embargo el escándalo ha saltado porque se supone que este último mensaje resulta tránsfobo, incita al odio. Y es que hay mucho ruido de fondo.

Según los estudios médicos más progresistas la transexualidad es un "malestar clínicamente significativo asociado a la condición de género". Es decir, un distrés, un estrés negativo vital con el que no es complicado solidarizarse en estos tiempos políticamente correctos donde la marginalidad cotiza al alza. Yo también me solidarizo con el sufrimiento ajeno, faltaría más; no sentirse lo que eres constituye un drama de proporciones tan colosales como inasibles. Pero, hablando de estrés, ¿sabe el común de los opinadores que el estrés no es causa de baja laboral en España? A mí me parece un escándalo. ¿No deberíamos centrarnos en denunciar esta extendidísima injusticia antes de afrontar algo tan excepcional como controvertido? ¿El que existan negros albinos nos autoriza a concluir que los negros no se definen principalmente por su negritud (como los hombres por su pene)?
 
Los transexuales, no nos engañemos, no le importan a nadie un pito. No son sino otro "argumento" utilizado por la ideología de género para vendernos su analfabeto "espectro sexual": como todo vale, todo es normal y, por tanto, la norma (heterosexual) desaparece. La genética queda abolida por obra y gracia de unas excepciones que no hacen sino confirmar la regla. Quienes de buena fe se escandalizan ante un autobús que reza "los niños tienen pene", deberían saber que están siendo manipulados por una secta acientífica cuya creciente influencia empieza a ser muy preocupante.

Ayer escuché en la televisión a una opinadora asegurar que eso de los genes ya ha quedado muy antiguo. Del susto que me dio casi me santiguo.